Cambiar de ruta
- Irma Villalpando

- 3 nov 2024
- 4 Min. de lectura
Cuando Salinas de Gortari echó a andar una serie de reformas educativas de gran calado bajo la etiqueta de “modernización educativa”, yo era maestra de un grupo de tercero de primaria. Con un poco de pena, he de reconocer que mientras todo eso sucedía de nada me enteré, ni por interés ni por casualidad; por ende, no tuve ninguna postura al respecto, simplemente porque mi misión era mi grupo. Mis mañanas las ocupaba como maestra; las tardes, como estudiante en la universidad. Mi día transcurría entre la dinámica de la escuela, que incluía los problemas y necesidades de mis estudiantes y las preocupaciones de entregar proyectos y trabajos en la universidad. Ese era mi cotidiano que recuerdo con gusto y añoranza.
Pasaron muchos años, y algunos estudios de posgrado, para darme cuenta los cambios que representaron al sistema educativo mexicano el viraje que en política educativa representó la modernización educativa. Narrar la escuela desde la academia es diferente a hacerlo desde sus aulas, en su territorio. La verdad es que entre ambos mundos hay poca convergencia. Mis preocupaciones como maestra eran muy diferentes a las preocupaciones que ahora tengo cuando estudio a la escuela como académica. En las aulas a uno le preocupa si los niños aprenden o no, su comportamiento, los problemas con los padres o madres de familia y hasta con las autoridades escolares. Fuera del aula, y como investigadora, mi visión es diferente. Así, después de 30 años, me encuentro enfrentando las dos realidades: la escuela y la política educativa.
El sexenio de López Obrador nos trajo una reforma educativa denominada la Nueva Escuela Mexicana. Sigo en la escuela, ya no frente a grupo sino en la dirección y no he abandonado mi veta académica. Las cosas no han cambiado tanto. En las escuelas tenemos muchos otros problemas por atender que estar teorizando la historia decolonial en Latinoamérica o discutiendo si en el fraseo del documento es mejor utilizar el término “excelencia” o “calidad” educativa.
Una maestra de educación básica a lo que se enfrenta diariamente es a un apretado régimen de tiempos, tareas, funciones y demandas que arrancan con el toque de la entrada y culminan con el de salida. ¿Qué se hace entre ambos? Cada día nos encontramos frente a la tarea de enseñar a un grupo de niños, niñas o adolescentes, conocimientos para que aprendan a interactuar con el mundo. De eso sabemos las maestras. Los enseñamos a leer, a escribir y a resolver problemas matemáticos. También atendemos contenidos de historia, geografía y ciencias, entre otros. Esto no sería tan complicado si no estuviera enmarcado por un sinnúmero de circunstancias y eventos donde las reacciones emocionales y los comportamientos de nuestros alumnos colisionan entre ellos y con nosotras. En las aulas existe un enorme desgaste emocional de los docentes simplemente por el hecho de sostener y contener intercambios comunicativos y afectivos con niños de entre tres y quince años.
Quizá sea por eso que reformas van y vienen y no alcanzo a percibir cambios sustantivos en la práctica cotidiana de los docentes. Sí hay algunos cambios pero todos cosméticos, de apariencia: cambiar un término por otro; un formato o unos libros por otros, variantes en las formas y algunos ajustes pero no más. Esta última reforma educativa (la de la NEM) no es diferente, a pesar que sus impulsores la presenten como una verdadera transformación, la verdad es que es igual a las demás en el sentido que sus cambios son a nivel narrativo y ello no modifica en forma alguna el funcionamiento de esa gran maquinaria institucional llamada escuela. No percibo ningún cambio relevante ni en escuelas de mi circunscripción ni con algunos maestros que he conversado de comunidades alejadas.
La continuidad entre el antes y el ahora es que en ambos momentos históricos prevalecen inercias, costumbres y formas de habitar la escuela. Las carencias y fortalezas en las escuelas continúan. Hay maestras entregadas y omisas, empáticas y distantes. Unas con mayores habilidades didácticas que otras, unas con mayores luces y otras con fragilidad en su formación. En general, la escuela que viví hace tres décadas es la misma que vivo ahora. No así los niños, ni las familias, ni los problemas emocionales que enfrentamos, ni las sobre demandas sociales que se le hacen a la escuela, eso sí ha cambiado pero eso es otro tema.
Además de organizar las clases, las escuelas también hacemos muchas otras actividades, ya sean juntas con padres, concursos, tardeadas, pastorelas, día de muertos, del niño, de la mamá, del papá y sometiéndonos siempre a la entrega infausta y continua de documentos que solicita la SEP, planeaciones, exámenes, evidencias y registros que nos mantienen absortas y estresadas permanentemente, así se nos va la vida.
Tendríamos que escribir y documentar más lo que pasa en las aulas quienes las habitamos. Hacer evidente que la escuela es un espacio que aún no alcanzan a descifrar los funcionarios y políticos. Quizá por ello, reformas van y vienen y seguimos en un loop donde las inercias, los hábitos y las costumbres escolares van montadas, y bien afianzadas, en los rieles que conducen el tren de lo escolar. Así que no importa demasiado lo que digan los documentos o los políticos, las escuelas van más o menos al mismo lugar, después de todo, las vías están intactas.



Dra. Villalpando, la reflexión es honesta y crítica acerca de la educación en México y las reformas que se han implementado a lo largo de las décadas. Coincido que, a pesar de las constantes transformaciones en la política educativa, lo que debería de tener más cambios SUSTANTIVOS (a mi parecer) debería de estar situado en la práctica diaria de todos los que están dentro del aula ya que son (casi) inexistentes.
La realidad en las aulas, las exigencias y complejidades emocionales, siguen siendo las mismas o aún mayores. Las reformas, aunque se presentan como innovadoras, parecen quedarse en el plano de lo superficial y lo ADMINISTRATIVO, sin incidir realmente en la calidad del aprendizaje ni en la mejora de las…
Estimada Dra. Irma,
Mi nombre es Maribel Martínez Zaval, y es un gusto saludarla. He tenido la oportunidad de leer su artículo, y me ha resultado profundamente valioso. Su enfoque hacia los temas que aborda y me parece no solo pertinente, sino esencial para los retos actuales que enfrentamos en el ámbito educativo.
En mi poca experiencia, Me llamo la atención de las reformas sostenibles, aunque se que es mas trabajo para los docentes, se que tambien es de suma importancia que se hablara de la naturaleza y la conexión que hay con todos, he platicado con colegas sobre cómo los sistemas educativos deben evolucionar para incorporar temáticas críticas como el cambio climático y la sostenibilidad. Sin embargo, pocas vec…
Estimada Dra. Irma,
Mi nombre es María Guadalupe González y es un placer saludarla, he leído su articulo y comparto totalmente su pensar, en mi corta experiencia como docente he tenido la oportunidad de escuchar a varios colegas de la docencia hablar del mismo tema, sin embargo, nadie ha se ha expresado con tal sustento como usted en este artículo.
Considero que, para ver un problema, debes de ser parte del escenario donde se encuentra tal problema, por eso, podría mencionar infinidad de razones por la cuales las reformas educativas que hemos vivo no dan el resultado esperado, desde el desajuste que hay entre la teoría y la práctica, condiciones laborales de los docentes, etc., pero como administradora que soy,…
Dra. Villalpando, me parece que realiza una reflexión honesta y crítica sobre la educación en México y las reformas que se han implementado a lo largo de las décadas. Coincido que, a pesar de las constantes transformaciones en la política educativa, los cambios sustantivos en la práctica diaria de las maestras y maestros son casi inexistentes. Nuestra realidad cotidiana en las aulas, las múltiples exigencias y complejidades emocionales, siguen siendo las mismas o aún mayores. Las reformas, aunque se presentan como innovadoras, parecen quedarse en el plano de lo superficial y lo administrativo, sin incidir realmente en la calidad del aprendizaje ni en la mejora de las condiciones de trabajo de los docentes. Es por ello, que considero que las…
Estimada Dra. Irma:
Mi nombre es Patricia Trilla. Este texto me resonó profundamente, sobre todo porque, además de hablar sobre la desconexión entre las reformas educativas y la realidad de las aulas, nos recuerda lo esencial de escuchar a los docentes que están en el frente de esta maquinaria llamada escuela. Hoy en día, además de las carencias y exigencias diarias que enfrentan los maestros, la brecha digital se ha sumado como un obstáculo significativo que sigue sin ser abordado desde una perspectiva que realmente considere la realidad de los estudiantes y profesores en las aulas.
Es revelador ver cómo, tras años de estudiar el sistema educativo desde una perspectiva académica, existe desconexión entre el mundo de la…